José Luis Fernández Zayas
Una de las características predominantes del sistema mexicano de innovación tecnológica —y no tecnológica— es el bajo nivel de financiamiento público, comparado con casi cualquier país del mundo desarrollado. Tristemente, el patrón se repite en la iniciativa privada que prefiere depender —comprar tecnología— antes que invertir en I+D.
El presente artículo es una reflexión de muy amplio espectro sobre la relación entre productividad e innovación que suele mirarse con desdén porque se asume como un binomio evidente, o porque no se disciernen causalidades relevantes. Se despacha así una crítica y la posterior enmienda: (en palabras del autor:) “La idiosincrasia que priva en México no favorece la innovación tecnológica.”
La displicencia con que se mira el asunto en diversos sectores —menos en los de alta tecnología, investigadores y desarrolladores, y en unos cuantos que pican piedra— trae como consecuencia que la productividad cargue también con ese lastre para no repuntar.
La relación entre tecnología y productividad ha sido muy estudiada y documentada, dada su gran importancia en la competitividad de las empresas y, en general, de toda acción humana. De esta manera, ocupa un lugar privilegiado en la literatura especializada, tan sólo en el índice de revistas arbitradas de la familia Elsevier se publican unos 2,500 artículos cada año, con un incremento en los últimos cinco años del orden de 10% anual. Abarcar este volumen para estudio, es imposible, por lo que aquí se procurará abordar solamente los asuntos más relevantes para la empresa mexicana, y al final se hará una breve recapitulación sobre la consecuencia que la falta de competitividad tecnológica tiene para México en el conjunto de las naciones del mundo.
Una primera consideración de importancia es que, con ciertas variaciones entre las ramas de la economía, hay una casi invariable correspondencia entre las mejoras efectivas en las aplicaciones de tecnología en un proceso o producto, y una mejora en la productividad. Así, interesa no sólo la incorporación sistemática de cambios tecnológicos, también que estos sean atinados. La manera de medir qué tanto tino se tiene, es precisamente por su relevancia en la actividad económica de la empresa. Una variación en tecnología que no representa una ventaja de mercado es irrelevante, aunque si representa una inversión o un gasto, esta erogación puede considerarse como pérdida. Los expertos hablan, por tanto, de innovación tecnológica como aquella mejora en el proceso o producto que se refleje en un mejor estado de los resultados financieros. En otras palabras, la innovación es la primera vez que un conocimiento nuevo se manifiesta en una ventaja de mercado.
Hay innumerables propuestas sobre las formas de identificar y medir la innovación tecnológica, que es una actividad netamente económica que suele incorporar variaciones mensurables en la instrumentación técnica del proceso o producto. Por un lado, la fase tecnológica y su implantación representan el empleo inteligente de los conocimientos, abren espacios crecientes en la actividad productiva para la participación de centros de investigación y desarrollo (I+D) que, de manera creciente, se enfocan a la parte de innovación (I+D+i). Por otro lado, además de las fases relevantes para las ciencias sociales en el aparato productivo (economía, sociología, antropología) y la humana (psicología), surgen elementos subjetivos y no precisos de medir y evaluar.
La innovación tecnológica es, hoy en día, una moda, una necesidad, una política pública, una forma legítima de hacerse de una ocupación bien remunerada, y además de todo eso, un objeto de profunda atención y estudio en los centros de investigación, en las universidades y en los grupos de análisis de los gobiernos. Por tanto, es objeto de reflexión internacional continua, de desarrollo de nuevas reglas de convivencia (y estándares), de medición, exportación y acreditación. Sin embargo, no son pocas las escuelas de pensamiento que han surgido en diferentes partes del mundo para tratar de conectar este concepto con los demás criterios de toma de decisión política, económica, social y académica. Efectivamente, no hay uniformidad de percepciones en las diferentes regiones del mundo, aunque los esfuerzos por homologar las principales nociones avanzan con éxito.
Este texto tiene como propósito presentar la innovación tecnológica, desde un punto de vista de quien no es especialista, una visión moderna y relevante a las circunstancias de México. Se plantea también como tema de estudio, que ya lo es en las principales universidades de este país, y con resultados espléndidos desde los puntos de vista académico, de contribución a la política pública y de asesoramiento a los diversos organismos interesados en hacer del progreso tecnológico una política pública; se trata de destacar las enormes oportunidades que el asunto de la innovación tecnológica encierra para hacer carrera profesional, crear riquezas y empleos de alta calidad, y propiciar que el país remonte los bajísimos niveles de competitividad internacional que hasta ahora se le asignan.
Una parte muy importante de la literatura especializada proviene de las ciencias económicas y sociales, pero hay aportaciones de importancia medular del mundo de las ciencias básicas y la ingeniería, incluso de las humanidades y las artes, así como de otras áreas del interés humano como la psicología y el sentido común. Sin embargo, hay algunos aspectos básicos que se abordan muy rápidamente en estos primeros párrafos.
La innovación de los productos y servicios (y algunos añaden sistemas, soluciones, valores y actitudes, entre otros) es una actividad central que requiere incorporar la creatividad, la facultad de formular nuevas ideas y su oportuna articulación en los mercados. En general, la innovación es frecuentemente el resultado de llevar al mercado una nueva forma de proveer beneficios y valor añadido (o agregado) al cliente, o bien, de resolver problemas de tal manera que se pueda obtener un beneficio económico de la inversión.
Se ha escrito mucho sobre la innovación y la necesidad de que las personas en las empresas se vuelvan más innovadoras en su pensamiento, así como en su concepción de los asuntos de los negocios. Si bien esta preocupación es un elemento importante de la empresa moderna, no es necesariamente suficiente para alcanzar resultados destacados. Constantemente vemos que los productos y servicios más exitosos son una afortunada mezcla de las necesidades percibidas de los clientes y los mercados, aparejadas con las innovaciones tecnológicas y de los procesos productivos y de negocios que, en conjunto, proporcionan una ventaja competitiva. En otras palabras, la innovación tecnológica (y las innovaciones complementarias necesarias) es la palanca que hace comercialmente atractivas las nuevas ideas.
Hay dos aspectos íntimamente relacionados con el proceso innovador: en primer lugar, inventar, que significa encontrar una cosa nueva o una manera de hacer una cosa de forma distinta y antes desconocida, que debe exhibir ventajas sobre la cosa similar o la manera conocida. También podría decirse ‘idear’ para significar ‘formular una idea nueva’.
Hay un mecanismo que no está muy bien entendido, pero que es muy necesario en este proceso de innovar, y es el tránsito necesario de la nueva idea a un concepto de alguna manera realizable en el sector productivo. Una tarea central en la ocupación de la innovación tecnológica es traducción, expresión en el lenguaje de los negocios, y en especial de la empresa que está procurando hacer negocio con esa nueva idea; se trata de descubrir cómo ésta es relevante a su tarea empresarial, y cómo es posible desarrollarla comercialmente.
El segundo concepto a desarrollar se llama innovación. Como se ha dicho, innovar significa llevar a cabo las cosas de manera creativa. Sin embargo, la innovación no es sólo la invención, involucra el premio del mercado, la aceptación comercial y, al final y sin manera de evitarlo, las utilidades económicas crecidas como resultado de aplicar la creatividad. Por eso, como ya se dijo, sin incremento en la utilidad económica, todo lo demás es ciertamente irrelevante.
Como ilustra la figura 2, se trata de hacer coincidir las capacidades tecnológicas (sean de la empresa, del dominio público o rentadas) con las oportunidades del intercambio comercial. En algunos segmentos del mercado o sectores industriales, donde la tecnología (tecnología de la información y comunicaciones, TIC; tecnología de los productos, o de los procesos) es un motor principal, la invención y los instrumentos de control y comercialización de la innovación son claves para alcanzar el éxito. En fin, se trata de llevar ideas nuevas, incorporarlas a productos o servicios, rápida y efectivamente. Quien lo hace por primera vez es un innovador, y conforme la economía de los países se apoya y se beneficia de estos procesos de innovación tecnológica, se premia y se reconoce más efectivamente.
Así es como se vincula la innovación tecnológica con los procesos de globalización: en la medida en que el comercio se internacionaliza, así ocurre con los diversos factores de la producción de recursos y por tanto de ideas y valores.
Una variación en tecnología que no representa una ventaja de mercado es irrelevante. En este sentido, innovación es la primera vez que un conocimiento se manifiesta en una mejora estratégica.
Aspectos conceptuales de la innovación
De acuerdo con la respetada definición de María Moliner (Diccionario del uso del español, Editorial Gredos), innovar se define así: “1. Introducir novedades en alguna cosa; cambiar, descubrir, explorar, inventar, original, reformar. 2. (antiguo) Renovar.” También, se aceptan las siguientes delimitaciones:
- Innovación incremental. Es la que se presenta cuando alguna cosa, proceso o producto (o servicio o actitud) se adapta o se modifica. Esto puede significar que una idea antigua sea transferida a un contexto moderno, o que ideas ya existentes sean incorporadas a contextos novedosos.
- Innovación radical, discontinua o disruptiva. La que involucra ideas completamente nuevas.
El desarrollo de algo innovador puede ser un proceso individual, pero es realmente una excepción. Es más frecuente observar a grupos de personas que adoptan diversas facetas del proceso innovador, sacando ventaja de sus fortalezas individuales, pero con beneficio para todos los involucrados su función particular en una organización determinada.
Por lo anterior, se puede afirmar que la innovación es una actividad compleja que puede integrarse en muchos elementos, cada uno con características peculiares, pero que obtiene valor real en el contexto de conjunto. Rara vez la innovación es una acción simple, individual y aislada. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ofrece una definición de este proceso que se ha vuelto la oficial en el mundo de la investigación, el desarrollo y la innovación.
La OCDE establece que las actividades de innovación son todos los pasos científicos, tecnológicos, organizacionales, financieros y comerciales que deben tomarse para llevar a la implementación de innovaciones. Algunas actividades de innovación son en sí mismas innovadoras, mientras que otras no son realmente novedosas, pero resultan necesarias par la implementación de la innovación. Las actividades de innovación también incluyen investigación y desarrollo que no está directamente relacionado con el desarrollo de una innovación específica.
En economía, en el mundo de los negocios y en políticas públicas, ‘algo nuevo’ debe ser sustancialmente diferente, y no solo un cambio insignificante. En el campo de la economía, el cambio debe incrementar el valor intrínseco, el valor al cliente o al productor. Las innovaciones son concebidas para hacer que a alguien le vaya mejor, incremente sus niveles de bienestar o de riqueza o ambos. La secuencia de muchas innovaciones hace que la economía en su conjunto crezca.
Como se ha afirmado, el término de innovación puede referirse a cambios radicales o incrementales en los productos, servicios o procesos. El propósito frecuentemente no mencionado de la innovación, es resolver un problema. La innovación es un tópico de importancia en el estudio de las ciencias económicas, los negocios, la tecnología, la sociología, y desde luego la ingeniería. Ya que la innovación es considerada un promotor principal de la economía, los factores que llevan a la innovación también son considerados como críticos por los tomadores de decisiones políticas en la mayor parte de los países del mundo.
En el mundo de los negocios —donde se lee la Small Business Enciclopaedia— la innovación tiene una característica inevitable en el proceso de creación de riqueza, la de ser un producto, un servicio o una idea que se percibe por los consumidores como nueva. Esto es, se expresa invariablemente en el mercado, no en otro sitio. Así, hay diversas magnitudes de innovación. Por ejemplo, adicionar una cierta cantidad de salvado u otro grano orgánico a una marca ya conocida de cereal para el desayuno, se considera una ‘innovación continua’, ya que constituye una leve variación a un producto ya existente, con pequeño impacto en el mercado. Esta consideración es contraria a la ‘innovación radical, discontinua o disruptiva’, como en el surgimiento de la computadora personal, que produjo un gran impacto social. Algunas empresas han tratado de impresionar a sus clientes anunciando innovaciones radicales que en realidad no lo son, con lo que han tenido descalabros importantes, como cuando se anunció la ‘nueva’ Coca–Cola, que no lo fue. Así, una estrategia innovadora es la que permite a una firma emplear la innovación continua para mantenerse siempre un paso adelante de la competencia, como lo hacen en México, por ejemplo, Cemex y Bimbo.
La terminología de la innovación es vasta y crece continuamente. Para el lector interesado en este tema, se sugiere que busque los significados de términos vinculados, por ejemplo: procesos de adopción tecnológica, difusión, adopción temprana e innovador ‘jalado’ del mercado. Algunos otros conceptos, más inmediatamente relevantes a este texto, se abordan a continuación.
Dé clic aquí para leer la segunda de cuatro partes.
Perfil:
José Luis Fernández Zayas Ingeniero mecánico electricista egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y doctor en ingeniería por la Universidad de Bristol, Inglaterra. Ha establecido centros privados de diseño de ingeniería y dirigido empresas productoras de equipo electromecánico. Fue gestor de energía en el Programa de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo Iberoamericano (Cyted, 2011) y director del Sistema Nacional de Investigadores del Conacyt (2012) y de Investigación Científica y Tecnológica y Medio Ambiente de la Secretaría de Energía (Sener). Es miembro de la Academia e Ingeniería de México e investigador del Instituto de Investigación de Ingeniería de la UNAM.
Nota:
Artículo tomado del libro Responsabilidad social. Múltiples perspectivas, un sólo propósito, editado por Compite, Concamín y la SE. Se reproduce con autorización del coordinador editorial del libro, Santiago Macías Herrera.